domingo, abril 01, 2007

Día del Joven Combatiente

Copiapó, 30 de marzo, 13.45 hrs. Las noticias sobre destrozos, violencia y vandalismo de la jornada recién pasada se transmiten desde ayer. Cientos de detenidos en Santiago, pérdidas económicas y carabineros heridos. Todo se resume a estadísticas e indignación. ¿Pero qué hay tras esos números? Mi visión, mi cristal:

29 de marzo de 1985 los hermanos Vergara, de 18 y 20 años de edad, son asesinados:

"Carabineros ordenó que se detuvieran y según algunas personas, no se detuvieron... arrancaron, el furgón los siguió pidiendo refuerzos; los acorralaron y un carabinero disparó obligándolos a huir hacia donde los estaban esperando y ahí los acribillaron. Eduardo murió instantáneamente, Rafael quedó herido, fue subido al furgón y rematado ahí. Posteriormente su cuerpo fue arrojado junto al de su hermano."

¿Quisiera saber cuántos de estos detenidos y cuántos de aquellos que salieron a la calle conocen esta historia?

A mi juicio, un insulto. El vandalismo y los hechos de violencia que acabamos de vivir nada tienen que ver con el día que se conmemora, por el contrario, me parece un insulto al dolor, a aquellos que realmente fueron combatientes por recuperar nuestra libertad. ¡Los años de opresión ya pasaron! la democracia volvió hace rato y los problemas que ahora enfrentamos no sólo es responsabilidad del gobierno sino que de cada uno de nosotros, nosotros que somos incapaces de utilizar las herramientas que la democracia pone en nuestras manos. La participación ciudadana es bajísima, alegamos al aire, al viento, pero nos da una soberana lata poner denuncias, organizarnos y ser realmente activos.

Los hechos del pasado jueves son responsabilidad de cada uno, de las pésimas enseñanzas en nuestros niños, de la falta de valores en nuestra juventud, es el reflejo de la falta de disciplina y por sobre todo de la falta de respeto y sentido por la verdadera lucha. En resumen, es una vergüenza de la cual somos todos responsables.

Y sobre el día que murieron los Hermanos Vergara:

Roberto Bolton, sacerdote diocesano, en su testimonio titulado EN LA MEMORIA HISTÓRICA DE LOS OPRIMIDOS, escribe:

"Al atardecer del día 29 de Marzo de 1985, en los sectores populares de la ciudad de Santiago, donde se esparció como un reguero de pólvora la noticia: "¡mataron a Eduardo y Rafael Vergara!", se produjo una especie de espasmo de tragedia, de dolor, de indignación y de impotencia. Carabineros había asesinado a dos de los mejores y más queridos elementos de la juventud de la zona oeste de la capital. ¡Sensación de un gran vacío y de un terrible sin sentido!

La eucaristía que celebré al día siguiente en la Villa Francia, en el pequeño altar que situamos entre los dos cuerpos, es la más estremecedora que he celebrado en casi cuarenta años de sacerdote.


El funeral del día 31; el traslado de los restos en hombros de sus compañeros, desde Villa Francia hasta la Iglesia de Jesús Obrero; la eucaristía que allí se concelebró por decenas de sacerdotes en medio de una muchedumbre que el vasto templo no pudo contener; la marcha, después, al cementerio entre banderas, aclamaciones, consignas y cantos, fueron actos que revistieron una mezcla de fe pública religiosa y de combatividad vibrante no vistas antes en Chile.

Después, todos los meses, el día 29, ha estado habiendo una romería, un acto o una celebración en el lugar donde vivieron y donde murieron los Vergara, siempre significativa y activamente presididas por Manuel y Luisa, sus padres. Cada vez, y poco a poco, estos actos han ido configurando, como en un proceso, el sentido profundo y el valor histórico de la vida y de la muerte de los hermanos Eduardo y Rafael". (Texto e imagen, extraído de "Hermanos Vergara Toledo". Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo, CODEPU)