lunes, mayo 14, 2007

Hoy desarmaron el taller...

El blog lo tengo botado. No me gusta verlo así pero no tengo tiempo de actualizar ni arreglar las plantillas, apenas puedo ir a visitarlos de vez en cuando, pero espero que cuado arregle mi computador...algún día...sea más sencillo retomar esta vida bloguera. De momento, me traje para acá una historia de mi otro blog. Lo traje porque hace poco recordamos cuando vivimos este momento y me emocioné. Sentí que esta historia estaba como guardada en el baúl de los recuerdos así que fui a desempolvarla. Es bueno estar conciente de la historia, de la propia historia y así valorar el esfuerzo de cada día. Sí porque dos años después, él sigue luchando, día a día, con un entusiasmo y una alegría que contagia... Y de paso, dejo mis saludos y toda la fuerza a Marcel porque si después de un accidente vascular mi abuelo, con sus ochenta y muchos encima, ha logrado salir adelante, entonces para un gozador como él todo será la sumatoria de muchos éxitos y logros.

Hoy desarmaron el taller...

"Completo. Sólo quedan algunas tablas y el esqueleto de "la pieza de arriba". A poco más de un año del accidente vascular, el 16 de septiembre del año pasado, mi Tata aún sigue en cama, se levanta de vez en cuando y hace sus ejercicios para recuperar la movilidad de su brazo y pierna derecha, pero sabe que no volverá a trabajar en su taller. Aún si recuperara toda su movilidad, a sus 80 y tantos años la deficiencia en su corazón y en sus pulmones no lo permitirían. Imposible, no puede hacer fuerza...no sólo porque el médico lo prohiba sino porque no puede.

Vino mi tío, mecánico, y se llevo algunas cosas...mi Tatá ya no volverá a soldar, ni hacer rejas de fierro, ni nuestras repisas de madera. Además, desmantelaron por completo la "la pieza de arriba", esa que estaba sobre el taller, donde hace más de 20 años vivieron mis tíos, con el Fonchy, mi primo; bueno, antes mis papás, pero de eso no tengo recuerdos, era una recién nacida. Esa donde para mí era un mundo aparte, distinto, donde estaba mi tía regalona, la Carmen Cecilia, donde era libre porque la Cuchi-cuchi hacía lo que quería. Esa que cuando se fue se convirtió en el lugar donde quedaba todo lo que ya no se ocupara en la casa, donde quedaban los tesoros que yo descubriría cuando me escondía para entrar ahí antes que mi abuela comenzara a gritar que para dónde voy, que eso esta sucio, que las arañas, que para qué estoy subiendo... Cómo no iba a subir si era mi barco cuando era pirata, y luego mi pequeña embarcación que navegaba por ríos llenos de cocodrilos...del 3º escalón para arriba no me comían. Además se convertía en un lujoso Hotel cuando me aburría de navegar o simplemente los escalones servían para autodesafiarme: saltar del primer escalón era fácil, del segundo y el tercero también, del cuarto se ponía emocionante, ya en el quinto había que contar "a la una, a las dos y a las...tres!" , Uy! cuando salté del 6º me dolierón los pies y del 7º creo que lo logré sólo un par de veces, del último, cuando me tiré el dolor fue suficiente para no hacerlo más. ¡También fue mi microbus! Hasta que aparecía mi Tata. Ahí me quedaba sentada, en el cuarto escalón, lo suficientemente cerca como para ver lo que hacía y lo suficientemente lejos para no interferir en su trabajo.

Primero entraba, siempre abstraído en su trabajo, miraba el mesón y comenzaba a buscar sus materiales, luego salía y volvía a entrar. Tenemos los materiales, ahora a aserruchar, o martillar, o doblar los fierros...cuando aparecía la soldadora yo desaparecía lentamente y me ubicaba en un lugar estratégico para seguir mirando, si mi abuela me viera me mandaría a ver tv..."nooo!, ver a mi tata es más entretenido". ¿Qué estará pensando? Siempre trabajaba así, en silencio y yo en silencio intentaba seguir sus pensamientos. Sacó el tarro de pintura. ¡Qué bien! ¡Ahora podré pintar! Siempre en la escalera, un poco oculta con la baranda, cuando hubo baranda, o sino escondiendome atrás de alguna planta , así mi abuela no me veía y no me mandaba adentro para que no molestara.

Mmmm...ya observé mucho, ya seguí sus pensamientos y ví como trabajaba, es hora de preguntar algo: "Tata ¿Y dónde compró la madera?" Si sé, pregunta obvia porque la había comprado en la Barraca que estaba a menos de dos cuadras pero era suficiente para romper el hielo y que él comenzara respondiéndo y luego me contara alguna de sus historias: de cuando era niño y repartía almuerzos, de cuando estudiaba en "Los Talleres de San Vicente", de cuando estaba en el regimiento, cualquiera, no importa, mi Tata sabe contar historias y yo puedo sentir que vivo cada una de ellas. ... Algo faltó, hay que salir a comprar...¡Que me lleve!¡Que me lleve!¡Que me lleve!. Sí, voy con él.

Silencio otra vez, observo su semblante pensativo. Mmmm...¿Qué pensará ahora? Ya sé. conozco esa cara, no es sobre el trabajo, esta recordando algo, sólo debo esperar unos segundo...ahí esta!. Mi Tata comienza otra historia: "Cuando nosotros llegamos aquí...", ¡perfecto! la salida ha sido productiva, tal como lo esperaba. Más tarde, no perdería esa fascinación al oírlo contando sus anécdotas cuando defendía sus ideales sobre los derechos de los trabajadores. Mi abuelo nunca ha sido una persona polémica, pocas veces lo he oído levantar la voz pero es un gran orador, la convicción de sus palabras es su mayor arma.
Han pasado los años pero aún acostumbro a observarlo en silencio. A veces, ni siquiera lo miro de frente, me agrada acostarme en la cama que esta a su lado y poner atención a sus movimientos, a si abre o cierra los ojos, a cuando espía para ver si lo están mirando, a cuando finge dormir porque simplemente ya no quiere conversar, a observar a qué hora suele mirar el reloj: ¿Qué estará pensando?... Siempre me hago esa pregunta, me gusta adivinar el camino de sus pensamientos.

La historia del taller se terminó. A veces, los momentos pasan, pero las cosas, los lugares siguen ahí, haciendo más historia, nuevas historias; esta vez no será asi, el taller se desmanteló, las herramientas han sido repartidas y los momentos, las horas de trabajo de mi Tata y las horas de juego para mí en ese lugar son parte de nuestros recuerdos, atesorados en nuestras mentes y en nuestras emociones, pero el taller ya no tendrá más historias porque se acaba de escribir la última sobre él: Hoy desarmaron el taller..."