miércoles, mayo 04, 2011

Al Sur de Coyhaique


De tin marin de do pingüe......
Ya, pasajes a Coyhaique que no conozco por allá.


Así me fui, acompañada de una amiga, a los sures de nuestro país, sin tener muy claro qué encontraría por allá.

Ya próximas a aterrizar en el aeropuerto de Balmaceda podíamos apreciar por nuestra ventana las maravillas que nos esperaban, un mar de montañas nevadas, lagos, ríos y bosques envueltos en una nubes maravillosas, se divisaba kilometros abajo.

Llegando a Balmaceda no cuesta absolutamente nada encontrar un transfer que por $4000.- nos lleva hasta Coyahique donde recorrimos un poco el pueblo y aprovechamos de almorzar (no sabíamos aún que sería lo más parecido a un almuerzo real que tendríamos en esos días). De Coyhaique partimos de inmediato rumbo a Villa Cerro Castillo. No teníamos muy claro que lugar era ese pero estaba al sur al mirar el mapa y eso nos bastaba.

El camino es impresionante, bosques que son una mezcla perfecta de colores verdosos, amarillos y rojizos, son cruzados intermitentemente por cauces de aguas y lagunas en donde el cielo se refleja perfectamente. Llegamos a Villa Cerro Castillo justo cuando comienza a anochecer. Por $8000.- con desayuno incluído, alojamos en la Hospedería El Castillo donde Miryam y su madre nos atienden como si nos conocieran desde siempre. Ellas nos cuentan un poco sobre su vida allá y sobre la situación de la región con respecto al Proyecto Hidroaysén y nos dan los lineamientos para que logremos conocer in situ dónde se desarrollará el Proyecto. Una grata conversación junto a ellas y a tres residentes más del hospedaje, hacen la velada perfecta antes de irnos a descansar, llena de historias y datos para nuestro pequeño viaje.

La mañana siguiente conocimos un poco más del pueblo antes de partir más hacia el sur.

Y ahí estamos, viajando absolutamente maravilladas con el entorno, cuando nuestro pequeño bus se detiene. Hay un vehículo volcado en el camino. Rápidamente se bajan todos a ayudar, por suerte no hay heridos de gravedad. Volvemos a nuestra ruta y nos detenemos unos minutos en Puerto Río Tranquilo donde aprovechamos de almorzar un sandwich y conversamos con la dueña del local y nuestro conductor
"¿Ustedes se bajan en Bertand? Y para qué? Por qué no siguen mejor hasta Cochrane? Además, ahí yo bordeo todo el Rio Baker que inundará Hidroaysen. Aprovechen de conocer la Confluencia antes que desaparezca". Cochrane se encuentra aún más al sur y conocer las confluencias era uno de nuestro objetivos por lo que obviamente nuestra respuesta fue "Ok. Seguimos".

Una vez en que alcanzamos bordear el Río Baker, el chofer junto a un local que lo acompañaban me llaman adelante. Tomo el asiento que está junto a él y comienza el tour fotográfico. El mejor recorrido que se puede hacer de un lugar es que su misma gente te cuento de él. Yo estaba fascinada, preguntando... fotografiando... preguntando de nuevo.

"¿Van a llegar hasta Cochrane y no irán a Tortel?" Después de esa pregunta nuestro itinerario cambió nuevamente. Descansamos esa noche en Cochrane y a la mañana siguiente partimos rumbo a Caleta Tortel. Una mañana completamente fría y escarchada.

Después de casi tres horas y tras pinchar un neumático, llegamos a Caleta Tortel. Un lugar extraño donde todo se conecta vía escaleras y pasarelas. Una caleta bastante húmeda en la que poco y nada llega el sol. Intentamos buscar un lugar donde almorzar pero no encontramos más que una señora que nos vendió dos panes amasados a $100.- cada uno. El resto fue caminar.

El regreso a Cochrane y al día siguiente hasta Balmaceda, fue se hizo más grato llevando como compañeros de viaje a gente de Tortel. Gente alegre, conversadora y dispuesta a compartir con quien estuviese a su lado. "Aaaahh si la vi a usted, estaba sacando fotos al frente de la escuela".

Un viaje muy rápido, con muy poco tiempo, pero suficiente para quedar maravillada con esas tierras. Suficiente para conocer un poco más de nuestra gente. Suficiente para querer volver por más.